jueves, 22 de enero de 2009

EL VIAJE DE LA PRESIDENTA A CUBA: ¿dónde está el interés nacional?

Por: Carlos Pérez Llanas
Diplomático


La visita de la Presidente Cristina Kirchner a Cuba revela la brecha que existe entre los intereses nacionales y una visión ideológica del mundo.
La política exterior, cuando existe, debe estar puesta al servicio de una simbiosis entre necesidades internas y posibilidades externas. En virtud de ese objetivo, los viajes presidenciales; los discursos de los responsables de las relaciones exteriores; las alianzas y hasta los gestos, deben ser coherentes con un patrón de inserción internacional inspirado en el interés nacional.
Por esa razón siempre se alude a la necesidad de preservar, en este plano, una política de Estado, que vaya más allá de las visiones circunstanciales para inscribirse en un contexto donde sobresalen los intereses permanentes por encima de las visiones sectoriales.
En el caso del viaje presidencial a Cuba una primera lectura se destaca: ¿cuán útil puede resultar?. En un mundo donde la consigna es "comunico luego existo", el contraste entre dos imágenes: la Presidente con Raúl Castro vs Barak Obama asumiendo en Washington, habla por sí mismo y se potencia con la posterior visita presidencial a Caracas.
Recientemente los países de la región enviaron sus mensajes a las autoridades norteamericanas electas, concretamente ese fue el designio de la serie simultánea de reuniones cumbres celebradas en Brasilia. Allí los Presidentes, con algunas notorias ausencias, afirmaron la necesidad de levantar el embargo de Washington a la isla. Cabe recordar que, a pesar de la prudencia del presidente Lula, en esa ocasión Evo Morales propuso la ruptura de relaciones con los EE.UU, en el caso de que Obama persistiera en mantener una práctica reprochable que, paradójicamente, beneficia al régimen cubano que en plena transición familiar, modelo norcoreano, necesita la legitimación nacionalista.
La Argentina fue protagonista en ese consenso regional, de manera que no se explica porqué, en una fecha tan singular y propicia para la universal lectura de los contrastes, la Presidente ha decidido ir más allá.
Pudo haberse argumentado que todavía no se conocían los designios de Obama en los temas "sensibles".
Sin embargo pocas horas antes del viaje, el nuevo habitante de la Casa Blanca marcó el territorio respecto de los gobiernos incluidos en la gira presidencial. Sobre Cuba sostuvo que tiene pensado suavizar ciertas restricciones sin levantar el embargo hasta que Castro "no se muestre dispuesto a garantizar las libertades individuales". Respecto de Chávez tampoco dejó dudas: lo acusó de "haber impedido el progreso de la región", cuestionándole el apoyo al terrorismo y a las FARC. De esta forma la diplomacia Argentina ha sido una de las primeras en la región decidida a salir al cruce de la política exterior de Obama.
Cabe entonces preguntarse acerca de qué intereses nacionales justifican esta apuesta confrontativa, que muy probablemente colocará la relación bilateral con Washington en el mismo nivel que supo tener en la era Bush, un Presidente ya condenado entonces al retiro.
En materia comercial el mercado cubano no es prioritario, existen posibilidades pero el tema es la solvencia. A los problemas estructurales de la economía cubana, hay que sumarle el costo de la crisis global y la probable disminución de la ayuda bolivariana.
El tema de la solvencia nos remite a un litigio que debería abordarse en esta ocasión: la millonaria deuda -de origen comercial- que mantiene Cuba con la Argentina.
Un tema sí es destacable y está ligado a los derechos humanos. Puede alegarse, sin apelar a la moral, que los jefes de Estado, cuando visitan la isla, no reciben a los opositores, pero el drama de la familia Molina es insoslayable. La víctima, una prisionera olvidada por muchas ONG consagradas a la defensa de esos derechos, podrá ser recibida, o no, por la Presidente, pero es inexcusable la obligación de abogar por los reclamos de esta familia dividida.
Concluyendo: la visita a Cuba no es oportuna, no le agrega nada a los intereses del país, se asumen riesgos inapropiados, sólo se explica en virtud de razones ligadas a compromisos políticos internos y poco ayuda a definir una política exterior adaptada a las necesidades nacionales y apoyada en alianzas que verdaderamente consoliden y amplíen nuestros espacios diplomáticos.

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